Hadas, bollos de cuatro picos y machismo (tercera parte)

 

Salto hasta Alemania

La siguiente leyenda fue anotada cerca de Estrasburgo, en Suabia, y publicada en 1853. El hada, como suele ocurrir en esta parte de Europa, se llama Melusina:

En Baden hay un bosque llamado Stollenwald y en este bosque, en lo alto del monte Stollenberg, se encuentran las ruinas de un viejo castillo. En este lugar vivía el hijo de un magistrado […] Un día entró en el bosque […] y oyó una hermosa voz que bajaba del monte Stollenberg. Siguiéndola encontró la más adorable imagen de una mujer, que se dirigió a él:

-¡Desencántame, desencántame! ¡Sólo con tres besos tres!

-Pues, ¿Quién eres tú? – Preguntó el joven, y el espíritu dijo:

– Melusina es mi nombre […] Sin miedo besa mi boca y mis mejillas. ¡Entonces quedaré desencantada y estaré contigo, mi prometido amado!

Mirando más de cerca a la criatura maravillosa, el joven vio que Melusina tenía un rostro maravillosamente bello, ojos azules y pelo rubio. La parte superior de su cuerpo era también maravillosamente proporcionada, pero no sus manos y pies. Sus manos no tenían dedos y parecían más bien bolsitas abiertas, y no tenía pies en absoluto, sino un cuerpo de serpiente en su lugar. A pesar de todo, el joven le dio al espíritu los primeros tres besos. Ella manifestó su alegría ante esto […] y desapareció.

A la mañana siguiente el enamorado regresó y […] descubrió que ahora tenía alas. Su cuerpo de serpiente estaba moteado de verde y terminaba en una cola de dragón. Pero los ojos y rostro de Melusina eran tan bellos, y su boca tan seductora, que el deseo le venció y de nuevo le dio tres besos.

[al tercer día] fue a los bosques y siguió la dulce voz cantarina. Pero, ¡Ay! ¿Dónde estaba la adorable cara de ángel? […] Melusina tenía ahora la cabeza de un sapo, y el enamorado […] dio media vuelta y huyó tan rápido como pudo. Tras de sí oyó un sonido apresurado y gritos de angustia.

Nunca volvió al monte Stollenberg. Al contrario, se prometió a una chica que, a pesar de no tener la mágica belleza de Melusina, tampoco tenía cabeza de sapo ni cuerpo de serpiente.

La boda en el palacio de Stauffenberg estaba preparada, y todo el mundo estaba de celebración, cuando se abrió en el techo una pequeña grieta. Una gota como de rocío cayó en la fuente de comida, pero nadie la vio. Y todos los que tomaron un bocado donde hubiese caído la gota cayeron muertos, y desde lo alto asomó por la grieta una cola de serpiente.[i]

(Bechstein 1853: 729-30)

El argumento combina “La Mujer Serpiente” con “El Bollo de Cuatro Picos”.

  1. Hay un desencantamiento que requiere un corazón valeroso, un hada que se transforma en monstruo y un hombre pusilánime, que fracasa en su prueba.
  2. Por otra parte, se añade un epílogo con una novia humana que sufrirá la terrible venganza de la encantada.

Según Google Maps, Les Regueres está a unos 1600 km de Stollenberg por carretera. Me entusiasman estas coincidencias a larga distancia. Sin televisiones que las retransmitiesen, sin misioneros que las difundiesen por los caminos, sin maestros que las enseñasen en las escuelas, estas creencias se expandieron espontáneamente por toda Europa. Hoy no pretendo, sin embargo, recrearme en la hermandad de los pueblos ni extasiarme ante nuestra cultura compartida. Fijémonos más bien en los detalles nuevos. ¿Qué podemos aprender de la Melusina alemana?

El protagonista ya no es un campesino anónimo, “un chico de aquí, de Les Regueres”. Ahora se trata de un noble, criado en el palacio de Stauffenberg (¿el mismo palacio donde nació Claus Von Stauffenberg, el héroe del complot del 20 de julio de 1944?). Cambia también el método de venganza y aparece un episodio nuevo, el de la boda. De repente, el argumento apunta en una dirección nueva, llevándonos hasta la antigua Grecia. Demos otro salto, de dos mil años esta vez.

Segundo salto: Grecia

Medea, princesa de la lejana Cólquide, se enamora de Jasón, un aventurero llegado de Tesalia, y a través de mil prodigios y mágicas peripecias le ayuda a conseguir el vellocino de oro, en contra de los deseos de su propio padre, Eetes. Finalmente los dos escapan, perseguidos por el rey, hasta Corinto. Andando el tiempo Jasón abandona a Medea y toma por esposa a Creúsa, hija del rey Creonte…

…Medea entonces, arrastrada por la traición de Jasón, envió a Creúsa como regalo de bodas un manto de irresistible belleza. Cuando Creúsa lo recibió de manos de la sirvienta de Medea, se lo puso de inmediato, liberando la magia contenida en él que la convirtió en una tela llameante. Las llamas la consumieron totalmente a ella y a su padre, Creonte, que se abalanzó sobre ella con intención de salvarla

(Wikipedia, resumiendo el argumento de la tragedia de Eurípides, Medea)

Versión de Higinio:

«A [Jasón] Creonte […], rey de Corinto, dio su hija menor Glauce como esposa. Cuando Medea vio que ella, la que había sido la benefactora de Jasón, era humillada así, con ayuda de drogas venenosas fabricó una corona de oro, y mandó a su hijo para que se la regalase a su madrastra. Creúsa tomó el regalo, y ardió hasta morir junto con Jasón y Creonte.»

Versión de Pseudo-Apolodoro

«[Jasón y Medea] fueron a Corinto, y vivieron allí felices durante diez años, hasta que Creonte, rey de Corinto, prometió su hija Glauce a Jasón en matrimonio, quien se casó con ella y se divorció de Medea. Pero ella invocó a los dioses por los que Jasón había jurado, y después de reprocharle su ingratitud envió a la novia un vestido empapado en veneno, el cual cuando Glauce se lo puso, la consumió en un fuego abrasador junto con su padre, quien había acudido a rescatarla.”

 

La distancia entre Medea, una bárbara llegada de un país casi imaginario, descendiente del dios Helios y de la diosa hechicera Circe, frente a la princesa del muy cercano y muy concreto Corinto, es la misma que separa a Melusina de la novia mortal. La leyenda griega, como la de Suabia, es bien explícita y no se anda con metáforas ni bollos: Medea mata a Creúsa por celos. En cuanto al vestido envenenado, hace ya tiempo que diversos estudiosos se percataron de sus obvias semejanzas con el pañuelo mortífero en El Bollo de Cuatro Picos.

A pesar de los 2500 km que separan Stollenberg de Corinto, la semejanza entre el mito griego y las leyendas de la tradición oral reciente salta a la vista. Quizás se trata de una simple imitación. Quizás los campesinos europeos asimilaban la literatura escrita, como el ciclo de Jasón y Medea y, apropiándose de estas historias ajenas, las aplicaban sin más sobre las cuevas y fuentes de su entorno. Quizás nunca creyeron que las hadas fueran reales, y todas las innumerables historias asociadas con cuevas, arroyos, ruinas antiguas y peñascos no sean otra cosa que alegorías sobre las relaciones entre hombres y mujeres, plagadas de estereotipos machistas.

¿Será esta la teoría definitiva? Para ganar perspectiva daremos un salto más, esta vez muy lejos de Europa y de la influencia de la literatura griega.

[i]Conozco el cuento gracias a la base de datos de J.L.Ashliman, de la Universidad de Pittsburgh, https://sites.pitt.edu/~dash/melusina.html#staufenberg

En la foto Manuel Toral, organizador de Fotomaliayo, y nuestro presidente Xuan Fernandez-Piloñeta. Foto C.V. La Nueva España

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